miércoles, 7 de julio de 2010

EL BURRO Y LA TAPIA

EL BURRO Y LA TAPIA (por MARIANO ESTRADA VÁZQUEZ)

La tapia tiene un boquete
por donde el burro se escapa.

Ponle unos palos,
ponle unas zarzas.

Allí las sombras son frescas
y tiene yerbas a esgaya

¿Por qué se escapa?

Hay que ponerle unos palos,
hay que ponerle unas zarzas.

Las zarzas todas las quita,
los palos todos los salta;
los grillos todos los rompe
y siempre arranca la estaca.

Quizás le pique la mosca.

Lo que le pica es el alma.

Del otro lado del aire
hay una burra que canta.

Entonces es burro suelto.
¿A qué cerrarle la tapia?

jueves, 1 de julio de 2010

Bienvenida al Mundo, Pequeña (por Rafael Benjumea)

Nuestro cronista Rafael Benjumea asistió ayer al parto de Romina e ilustra su experiencia con este hermoso texto.



¡Romina está de parto! Casi no podemos creer lo que oímos… ayer fue Romera; esta mañana, Romina.

Acudimos en tropel desde prados, caminos y oficinas a presenciar el milagro nuevo, segunda parte de este partido espléndido que la vida nos ofrece. Yo, cámara en mano, como un paparazzi desquiciado, casi tropiezo al llegar a la cuadra.
“No os acerquéis, parece que el parto viene complicado”- gruñe Learna con gesto preocupado- “Rafa, vuelve dentro de diez minutos y ya veremos cómo va la cosa”. Vuelvo cabizbajo a la oficina, ayer llegué tarde… hoy, en mal momento… y ansío tanto poder ver un parto…

Los diez minutos se hacen eternos, comunico a Iván lo que está pasando. Todos nos mantenemos informados en espera tensa y preocupada. Los segundos se alargan como las sombras del sol poniente que semejan líneas infinitas.
Vuelvo a la cuadra, sigiloso, como un felino al acecho; Si hay complicaciones no quiero ser causa de ningún sobresalto. Learna me indica con un gesto que la cosa va mejor, puedo acercarme sin peligro; en silencio, eso sí. Jill lo está grabando todo, yo no puedo esperar para tomar las fotografías.

Al llegar, lo que veo me deja mudo. Ha empezado a salir la cría. Bajo la cola de Romina asoman, tímidos y envueltos en una bolsa perfecta y blancuzca, una brevísima pezuña y un rosado hociquillo. No puedo evitar las lágrimas al pulsar el disparador de la cámara. Jamás ví algo tan hermoso.

Romina se incorpora, a la espera de otra contracción que empuje a nacer al fruto de su vientre, después se desploma, suave y lánguida. Del fondo de su garganta emerge un gemido tembloroso y sordo, como los truenos de una tormentilla de verano que se aleja en el horizonte. Por lo demás, todo es silencio. Otra contracción y, de una sola vez, surge rápido más de la mitad del cuerpo del nuevo ser, envuelto en su sábana de carne diáfana, sólo quedan dentro, las dos patas traseras. Romina vuelve a incorporarse, para coger fuerzas, mostrando signos del esfuerzo grande que hace en cada momento, vuelve a dejar caer todo su gris, esta vez plomiza, pesada, y la bolsa amniótica sale, completa, junto con parte de la placenta.

Como un globo de agua que se estrellase en la tierra seca, oímos un “plop”, seguido de una especie de cortísimo y diminuto relincho; La bolsa se ha roto, el bebé respira. Ha sido todo tan rápido que apenas asumimos lo que acabamos de presenciar. Entre lágrimas y risas de felicidad impoluta, los que contemplamos la escena animamos a Romina y su cría. No deben faltarles fuerzas ahora. Son momentos decisivos.

Guiada por ese instinto- que hace tanto perdimos los que tan grandes nos creemos en esta creación- Romina se incorpora gimiendo un poco de puro agotamiento, expulsa la placenta, completa y hermosa como un corazón grana derramado en la paja, y procede a despojar a su trasunto del traje de fantasmilla, así se me antoja, que lo envuelve. El cordón umbilical, grueso y cincelado como las columnas de un altar barroco, aún une las dos vidas que acaban de verse por vez primera. Curiosos, Romera y su pollino, nacido ayer, se acercan para asegurarse de que todo va bien, olisquean un poco a la mamá y al recién nacido, y luego vuelven, tranquilos, a su lado de la cuadra a descansar un poco.

“Es una chica, estoy seguro”- digo por decir algo, por ocultar que podría quedarme allí pasmado, llorando de orgullo como si fuera el padre de la criaturita, durante horas, como un niño con juguetes nuevos.

Romina lame despacio y con seguridad a la cría, retirando la bolsa en bocaditos sutiles, topes delicados… La seca con la lengua en lametones cortos, casi milimétricos. Consigue despojarla de casi toda la bolsa, menos un trozo que le ha quedado pegado a la cabecilla a modo de bandana… ¡Está tan graciosa! Todos miramos ensimismados semejante inteligencia no adquirida, semejante habilidad sin necesidad de escuelas… La naturaleza es un misterio grande y hermoso.

En uno de sus primeros intentos por ponerse de pie, torpes aún y temblorosos, adivinamos dos diminutos pezoncillos y un órgano sexual bien definido: ¡Es una hembra!

Mientras su mamá la seca con paciencia, la pequeña deja de hacer esfuerzos para levantarse y se tumba plácidamente al lado de su madre; eso la preocupa, y vuelve a traer sombras de preocupación a nuestras pupilas… Mamá Romina se impacienta, mordisquea a la pequeña, que reacciona con susto, pero no hace amagos de levantarse… Romina parece estresarse un poco y empieza a cocear con rudeza maternal a la pequeña- Qué miedo si le hace daño!
“No os procupéis”- afirma tranquilo Guillermo, el veterinario, con orgullo pinzado en los labios- “Es una buena madre, sabe lo que está haciendo”.

Y más lágrimas a los ojos de los presentes, cuando, al levantarse por fin, tras cien intentos infructuosos, se rompe el cordón umbilical y la pequeña se tambalea cuadra arriba, cuadra abajo, curioseando el nuevo mundo que acaba de descubrírseles.

Ahora nos toca irnos. Pero no creo que ninguno volvamos a ser los mismos tras los acontecimientos de estos últimos dos días. Algo ha cambiado, de seguro, dentro de cada uno. Al menos yo, a partir de hoy, con alegría en el alma, he dejado de temer a la muerte; la vida es algo tan poderoso y magnífico que ahora sé que siempre y donde quiera, saldrá adelante. Qué gran suerte hoy, Rafa, de haber presenciado tal milagro, tal expresión fuerte de esperanza viva… por una vez en la vida, me sobra la emoción, y me faltan las palabras…

¡Bienvenida al mundo, pequeña!